Felix San Martín

lunes, 22 de marzo de 2010

El MPN gana su primera elección


ELECCIONES DEL 7 DE JULIO DE 1963
El 18 de marzo de 1962 se celebraron en Neuquén elecciones para elegir el Gobierno que reemplazaría al que encabezó en sus orígenes D. Angel Edelman y que completó por enfermedad del primer Gobernador Constitucional, su vice, D. Alfredo Asmar.
El Gobierno Nacional lo encabezaba el Dr. Arturo Frondizi quien hasta esa fecha había sufrido 32 planteos militares y otras presiones políticas que hacían casi imposible la gobernabilidad. El triunfo de los peronistas en esa elección en emblemáticos distritos electorales como por ejemplo Provincia de Buenos Aires, llevaron al Poder Militar de entonces a destituir al Presidente elegido democráticamente por el pueblo argentino y poner en su lugar en una “mascarada democrática” al Presidente del Senado de la Nación, el rionegrino Dr. José María Guido.
En el Distrito Neuquén donde se votaba por segunda vez para elegir Gobernador, Diputados Provinciales e Intendentes, triunfa un recientemente creado partido provincial; el Movimiento Popular Neuquino.
Con casi el 50% de los votos, que en elecciones anteriores habían engrosado los votos en blanco, los peronistas neuquinos habían llegado al poder.
Pero la decisión de deponer al Presidente de la Nación se trasmitió, mediante intervenciones provinciales, a terminar con los mandatos de gobernadores y en consecuencia el 28 de marzo de 1962 en Neuquén ocupó ese sitial quien por entonces era el Comandante de la VI Brigada de Infantería de Montaña, General Osiris Villegas y a partir del 5 de octubre de ese año fue nombrado como Interventor el Comodoro Francisco Olano.
Se disuelven todos los partidos políticos.
El 19 de mayo de 1962 mediante decreto nacional 4419 se declara en receso al Congreso de la Nación. En Neuquén la Legislatura había sido disuelta en el mes de abril.
El 24 de julio de 1962 por Decreto Nacional 7164 se implementa el Sistema de Representación Proporcional para futuras elecciones en todo el ámbito de la Nación, sistema que colisiona con la Constitución Provincial sancionada el 28 de noviembre de 1957.
El 28 de marzo de 1963 la Justicia Electoral reconoció nuevamente como partido político al M.P.N.
Con la innegable intención de realizar elecciones a su medida, el Poder Militar, oculto tras la figura del Dr. Guido sanciona una nueva ley de partidos políticos, haciendo un nuevo aunque no desconocido esfuerzo para limitar a los peronistas.
Luego de dictar algunos decretos correctivos que siempre trataron de encorsetar la voluntad popular finalmente el Gobierno Provisional del Dr Guido llamó a elecciones para el 23 de junio de 1963 las que a raíz de algunos problemas de organización fueron postergadas finalmente para el 7 de julio de ese mismo año.
En la Provincia del Neuquén donde se cumplía la segunda elección en su historia para elegir gobernador, diputados e intendentes, el Movimiento Popular Neuquino logra un significativo triunfo alcanzando un poco mas del 60% de los votos emitidos. De 40508 sufragios positivos el M.P.N. alcanza los 20972 mientras que la segunda fuerza, la UCRI, logra 6209.
En consecuencia y en cumplimiento de la ley Electoral el 19 de julio de 1963 la Junta Electoral Provincial proclama como electores a gobernador y vicegobernador por el Movimiento Popular Neuquino a 27 ciudadanos; 7 por la UCRI; 4 por la UCRP y 2 por la Democracia Progresista.
El MPN estaba representado en el Colegio Electoral por Perla Lina Cónsoli; Estanislao Francisco Flores; Miguel Ganem; Alejandro Rodríguez; Isabel Aquin de Creide; Gerardo Machado; Dina Rosa Paulette de Basile; Martín Arnold Othaz; Javiera Erdozain de Carro; Hipolito Sanchez; Aída Salvo de Francesco; Alejo Francisco Quiroga; Clotilde Baez de Pesceto; Moisés Roca Jalil; Mercedes Guerrero de Funes; Rosa Bastarrica de Casals; Juan Antonio Grosso; Juan Basile; Enrique Juan Othaz; Eduardo Sapag; Dardo Ismael Suarez; Demis Leonel Ferreyra; Pedro Angel Lopez; Francisca Javiera Ortiz; Manuel Roberto Barrero; Fermín Benito Soria y Alfredo Gancedo.
Por la UCRI: Chede Hadad; Camilo Julian; Enrique Grinberg; Armando Justo Casanova; Esteban Nolasco; Armado Coppi; y Santiago Rambeaud.
Por la UCRP: José Quilce; Ernesto Botti; Francisco Vallejos y Carlos Alberto Schouabs.
Por la Democracia Progresista Eduardo Miguel Pollina y Sara Elisabeth Luayza.
En la votación del Colegio Electoral que se reunió el 26 de agosto de 1963 la formula Felipe Sapag- Pedro Mendaña obtuvo 28 votos, uno más de los correspondientes a su partido, ya que el elector de la UCRP, Ernesto Botti, votó por la formula del partido Provincial. La formula de la UCRI Pedro Emilio Soria-Roberto Schapiro fue votada por cinco electores. El resto de los elegidos no asistieron a la reunión
En cuanto a Diputados Provinciales el M.P.N por la representación proporcional logró dieciséis (16) bancas, una más de la que le hubiere correspondido de acuerdo a la Constitución Provincial.
Para el Colegio Electoral Nacional votaron siete electores por la formula Arturo Humberto Illia-Carlos Perette y uno para Oscar Alende-Celestino Gelsi.
Los siete votos para Illia-Perette correspondían: seis a los electores del M.P.N Salvador Arias; Alfonso Creide; José Antonio Lahoz; Julio Lopez Osornio; Luís Toloza y Nélida Alvarez de Del Pin y uno a la UCRP Andrés Guevara. El voto para Alende- Gelsi fue de Augusto Esteban Borgarello.

martes, 9 de marzo de 2010

Aún no se llamaban "tomas"


Las décadas de los años 40 y 50 mostraban un Neuquén empobrecido y olvidado por su condición de Territorio Nacional.
En esos años y como resultado de un fenómeno que aún hoy se vive en la ciudad de Neuquén como es la inmigración del Interior de la Provincia, de países limítrofes y el hacinamiento en familias asentadas, se produjeron ocupaciones de terrenos, que con el paso del tiempo y la situación económica imperante se convirtieron en autenticas “Villas Miserias”.
Tal era la condición de las quintas nominadas catastralmente como 101 y 102, que habían sido ocupadas por humildes pobladores.
En ese lugar se fue conformando un asentamiento humano que se dio en llamar popularmente como “Barrio de los Intrusos” que carecía de todo servicio urbano y donde se enseñoreaba la pobreza y la desesperanza.
En su condición de gobernador electo, en uno de los tantos viajes desde Cutral-Có hacia la ciudad capital preparando con los diputados electos sus primeras medidas de gobierno y en ocasión de llegar a la Capital desde Cutral-Co, Felipe Sapag fue testigo casi directo del incendio de una precaria vivienda del lugar lo que le dio la visión concreta y directa del drama de esos pobladores de la incipiente gran Ciudad de la Patagonia.
Allí conoció a una persona que le dio un amplio panorama de la vida de esos olvidados pobladores y que regularmente ayudaba a esas desposeídas familias.
Ella era Emma Vivanco.
Por ello, en una de sus primeras acciones de Gobierno, mediante nota que llevaba el nº 928 del 25 de octubre de 1963 que el novel Gobernador firmó conjuntamente con el Ministro de Economía Otto Abel López Osornio se dirigió al Presidente de la Honorable Legislatura Provincial D. Pedro Mendaña en estos términos:
El proyecto de ley de expropiación de tierras privadas que se remite a consideración de vuestra Honorabilidad, está animado en el propósito de este Gobierno de dar solución definitiva al problema social que representa la existencia de barriadas llamadas “Intrusos”. Para ello el Poder Ejecutivo necesita contar con el instrumento legal que le permita y facilite a sus organismos específicos realizar un plan tan trascendental como el caso que representa proyectar viviendas económicas que reúnan condiciones de higiene y comodidades mínimas indispensables que los hombres de trabajo necesitan para hacer más llevadera la visa de pobreza que pesa sobre sus hombros y el de sus familias. Es así que este Gobierno está decidido a enfrentar con energía el problema tantas veces prometido y pospuesto por mis antecesores que claudicaron, ante intereses encontrados, o por falta de capacidad y menosprecio hacia el trabajo de otros.
La sanción y aplicación de esta ley proyectada será consecuencia de progreso y urbanización para una vasta zona de esta Ciudad Capital al desaparecer las precarias construcciones existentes que nada dicen a favor de esta provincia en cuyo porvenir hay tantas esperanzas cifradas.
Por estas razones es que el Poder Ejecutivo espera despacho favorable.
Con este motivo saludo al señor Presidente con las expresiones de mi consideración más
distinguida.

En la sesión del 21 de noviembre de 1963 la Legislatura Provincial, presidida por su titular natural el Vicegobernador D. Pedro Mendaña se trata el proyecto de ley.
Este es informado por el titular de la bancada oficialista D. Ramón Carrizo Bagnagatti y en el debate tienen una especial intervención los Diputados de la minoría (UCRI) D. Héctor Cichero y Jorge Antonio Padín quienes dan su total apoyo al proyecto de ley aunque dejan sentada su disconformidad por el párrafo de la nota de elevación donde se menciona “…..a mis antecesores que claudicaron, ante intereses encontrados, o por falta de capacidad y menosprecio hacia el trabajo de otros”.
Además los legisladores radicales destacan las iniciativas que desde el año 1961 se habían puesto en marcha para solucionar el problema, aunque sin resultados positivos.
El desencuentro es zanjado con las respectivas disculpas por parte del oficialismo y el reconocimiento de la acción positiva y la decisión empleada para solucionar el problema por parte de las nuevas autoridades.
Finalmente la Legislatura sanciona el 27 de noviembre la Ley 320 que en su artículo 1º manda “Decláranse de utilidad pública con fines de uso por esta Provincia y susceptibles de expropiación, las quintas 101 y 102, parte Sur del ejido Municipal de Neuquén Capital.
Es de singular importancia el artículo 3º de la Ley que textualmente expresa: “Autorízase al Poder Ejecutivo a otorgar la tierra en propiedad con preferencia a los actuales ocupantes que acrediten hábitos normales de trabajo, moralidad, buenas costumbres y demás condiciones que exija la reglamentación. El estado convendrá con los beneficiarios, con carácter de fomento, el valor de las tierras, amortizaciones, plazos e intereses.
Los Propietarios
Los titulares de las tierras expropiadas eran Amaro Argentino Bambill y Lucía Trecaman de Bambill por las manzanas A,B,C,y D de la quinta 101 con superficie de 37.600 m2. Resto de la manzana E de 9.600 m2.; manzana Fy H con 10.000 m2. cada una y el resto de la manzana I de 9.500 m2;.
Federico Mayorga y María Domene de Mayorga por los lotes 20 y 21 de la manzana E (400 m2) y los lotes 28 y 29 de la manzana I (400m2.).
Ceferino Cabezas, José Miguel Bazan, Justo Epifanio y Adolfo Nielsen por la manzana G. de 9.120 m2.
José Garrido por la manzana J de 9.900 m2.
Carl I. Becker por la manzana K de 9.900 m2.

Quinta 102

Pedro Caracotche y Pascual Gapadenguy por la manzana I de 11.750 m2.
Stem Sodestrom por lotes 6,7,8 y 9 Manzana J. 4.000m2.

Eduardo Talero; Roberto Eduardo de Ancisar; Manuel Guillermo de Ancisar; Uribe Olguín; Ricardo y Guillermo Ospina Fernandez por la manzana J Lotes 1 y 2 de 1000m2. y Manzana K Lotes 1 y 4 , 1000m2. cada uno.
Lote 12 parte de la chacra 102 de 9.000m2

Henry Cohen por lotes 7,8 y 9 Manzana K con 3.000m2. y Lotes 21,22,23,24 y 25 Manzana L de 4.500 m2.

Teófila Sofía Ramos por los lotes 2 y3 Manzana K de 3000 m2.

Maximiliano Segundo Fonseca Muñoz y Rosa Ester Fonseca Muñoz de Verdun por los lotes 10a y 10b Manzana K de 1000 m2.

Elías Fonseca por mitad norte de los lotes 5 y 6 Manzana K de 1.000m2.

Ernesto Ohlson por los solares 6,7,8,9,10,11,12,13 y 14, Manzana L de 8.100 m2.
Juan E.O.Ekstrom por los lotes15,16,17,18,19 y 20 Manzana L de 5.400 m2
Victor Campos por los lotes 35,36,37,39 y 40 Manzana L de 5.400 m2.

María Cristina Nielsen de Doffei. Por los lotes 26 al 34 Manzana L de 8.100 m2.
Armando Cohen por los lotes 1,2,3,4 y 5 Manzana L de 4.500 m2.

José F. Calo y Florindo Sacco por los lotes 3,4 y 5 Manzana J de 3750 m2.
Adolfo Francisco Abelli por el lote 17 chacra 102 de 9.000 m2.

José y Juan Carlos Fava por el lote 18 chacra 102 de 9.000 m2.

Salvador Fonseca por quinta 13 parte de la chacra 102.

Eduardo Talero por el lote 14 parte de la chacra 102 de 9.000 m2.

Blas Manco, Siffrein Berard y María Berard por tres fracciones de las quintas 15,16 y 17 de la chacra 102 de 27.00 m2.

El día 2 de diciembre de 1963 Sapag firma el decreto 209 con el que promulga la ley 320 y partir de allí el “Barrio de los Intrusos” comenzó a recuperar la dignidad que le dio a sus habitantes la posibilidad de tener una vivienda digna, en planes muy económicos, pero que sirvió de base para, con el esfuerzo de sus habitantes, llegar a constituir una orgullosa barriada que hoy, con el nombre de Bouquet Roldan, se constituye en un enclave urbano moderno y orgulloso de su destino.


Héctor Enrique Castillo
Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén

Don Felix

Don Felix San Martín y el periodismo

Félix San Martín constituye un verdadero símbolo en la literatura neuquina y sus trabajos basados en costumbres y hechos sobre el Neuquén de comienzos del siglo XX son un ineludible elemento de consulta para el investigador de la historia de las tierras que el conoció como “El triángulo Encantado”, luego Territorio Nacional y hoy devenida como Provincia del Neuquén.
Este verdadero pionero de la neuquinidad se convierte por su labor como productor agrario, hombre de letras, periodista, hombre público e investigador de la historia, en un verdadero hito referencial para comprender una época donde la incomunicación, la dureza del clima y las carencias de lo que aportaba la civilización, eran moneda corriente.
Según se menciona en su más conocida biografía merced al trabajo de D. Carlos Agustín Ríos; Félix San Martín llegó al paraje Quilachanquil en el actual Departamento Aluminé cuando contaba treinta y un años de una vida fructífera en lo personal y profesional.
Maestro normal, egresado del reputado Colegio de la época, el Mariano Acosta, en el año 1899, ejerció la docencia hasta 1906 alcanzando en su carrera el máximo galardón al que podía aspirar un maestro normal, Director de una Escuela Pública.
Su primer trabajo periodístico-literario lo realizó para el Diario “El Nacional” de Baradero, su pueblo natal, cuando en su condición de redactor y recorriendo caminos de la Provincia de Buenos Aires y La Pampa refleja en sus crónicas la idiosincrasia, costumbres y anhelos de los habitantes de esas tierras. Todas esas vivencias fueron volcadas luego en su primer libro al que tituló “A través de la Pampa”.Trancurría para entonces el último año del siglo XIX.
En 1907 se traslada a Neuquén y se instala en campos del paraje Quilachanquil a los que bautiza con el nombre de Estancia La Patria.
Esta estancia ubicada en el Departamento Aluminé en plena Cordillera de los Andes en el límite con la República de Chile, se convertiría con el paso de los años en un Centro Cultural, tanto para los estudiosos y artistas de la época, como para los rezagos de los pueblos originarios que aun poblaban los contrafuertes andinos.
Don Félix San Martín estableció un fluido contacto con estos últimos y la amistad que luego forjó con otro pionero y estudioso como lo fue el sabio croata Juan Benigar, le trasmitieron una especial visión del pueblo originario sometido por el imperio de las armas y la incomprensión.
Desde 1911 fue corresponsal del Diario La Nación de Buenos Aires y en el diario que fundó D.Bartolomé Mitre hizo conocer la forma de vida del territorio con el producido de su exquisita pluma.
Uno de estos artículos que se publicó en el suplemento Cultura del Centenario Diario en su edición del 1º de enero de 1937 refleja el grado de identificación que con la población originaria de la región logró, merced a la observación, contactos humanos y profundas conversaciones con Benigar.
“Los Chasques del Desierto” tal el titular del artículo que fue ilustrado en su edición por artista plástico Alejandro Sirio comienza con la intención de ubicar al lector en lo referido a los primitivos habitantes de nuestra tierra y comienza expresando:

“No puede precisarse desde que fecha data la existencia de las tribus araucanas en lo que es hoy territorio de la Patagonia. La primera mención que de ellas hacen los cronistas de la Conquista no va más allá del año 1551, al referirse a la” entrada”que entonces hiciera el capitán Don Jerónimo de Alderete, a la sazón segundo de don Pedro de Valdivia, el conquistador de Chile”.

Al respecto el Dr. Gregorio Alvarez en su obra “Neuquén, Historia, Geografía y toponimia, ubica la entrada, desde Chile de Alderete, Francisco de Villagra y Pedro de Villagra, todos capitanes de Pedro de Valdivia entre los años 1552 y 1553 quienes venían tras el mayor sueño de los conquistadores españoles, la ciudad de los Cesares.
Según lo dice Alvarez en el año 1563 es enviado también desde Chile, el capitán Pedro de Leiva, para que atravesando la cordillera se interne al oriente para investigar sobre gente y lugares. En esta expedición viaja don Pedro Mariño de Lobera, primer cronista que da noticias sobre la existencia de los Pehuenches.

D. Félix San Martín continúa diciendo en Los chasques del desierto:

“En cuanto a la lengua que hablaban, hay varias constancias que diferían en algo de los indígenas transandinos de su misma raza. Tal vez fuera una forma dialectal, o la apuntada diferencia solo consistiera en modismos regionales. Por otra parte aún se discute si los araucanos son autóctonos de Chile o una raza conquistadora llegada del Oriente en época remota a aquel país. Como quiera que sea, tenemos el hecho de la radicación de tribus araucanas en lo que es hoy la Patagonia desde un lejano pasado.

En nuestros días esta duda se ha ampliado con mayor detalle a nuestra región por que hoy se discute si los mapuches a los que los españoles llamaran araucanos invadieron a los pehuenches o junto a estos eran una sola nación.

De inmediato el talentoso investigador carga contra el criterio de los conquistadores cuando en el artículo dice:

“Ya sea por incapacidad o por el orgullo racial del conquistador que lo llevaba a mirar con desprecio todo lo que no fuera español o cristiano, lo cierto es que, no solo no cuidó de estudiar la vida de los pueblos americanos que subyugaba, sino que sistemáticamente destruyó los preciosos elementos que tal vez pudieran, sino aclarar el misterio de sus orígenes, por lo menos revelarnos los secretos de sus culturas. De ahí que los estudiosos del pasado de América vayan dando tumbos en sus investigaciones, aceptando hoy una hipótesis para abandonarla mañana ante los nuevos problemas que plantea el descubrimiento de ruinas de ciudades ciclópeas, de monumentos desconcertantes o de necrópolis misteriosas. Hay claros inmensos en los estudios de las culturas de la América precolombiana, claros que, desgraciadamente, no podrán llenarse por la pérdida absoluta del cuerpo documental que con seguridad debió existir a la llegada del conquistador, y que este, con una ceguera de la que no podrá redimirse ante la historia, destruyó bajo el anatema de herejía.
Ante la pobreza de fuentes de información cobra importancia cualquier rasgo de la vida de los pueblos aborígenes, sorprendido en la afanosa búsqueda, pues el contribuye a la reconstrucción histórica que tan penosamente van realizando los investigadores del pasado americano.”

Ya adentrándose en el tema principal del artículo que se analiza D. Félix San Martín afirma:

“Nuestros treinta años de vida fronteriza, en medio de los miserables restos de las tribus ayer señoras del desierto, y en la misma área geográfica en que ejercieron su poderío, nos han permitido rastrear algo, siquiera, de sus viejas costumbres, mantenidas en la intimidad de los “toldos” o en el recuerdo atormentado de los ancianos sobrevivientes a la catástrofe que abatió a su raza”.

Con relación a esta última expresión es bueno transcribir lo que Don Félix manifiesta en el prólogo de su libro “Neuquén”, libro cuya primera edición vio la luz en 1919 con una segunda edición corregida en el año 1930. Allí dice:

“Escribo sobre una raza vencida, ayer señora de medio continente y hoy dispersa, ambulando por los páramos andinos que el vencedor desdeña; sobre la raza màs fuerte de América, reducida por el blanco a los tres siglos y medio de empezada la conquista del Nuevo Mundo, y para la cual nadie, entre nosotros, ante su inmensa desgracia, ha tenido una palabra de conmiseración. Indios, bárbaros, salvajes, le llaman despectivamente nuestros cronistas; y algunos se detienen a enumerar los sangrientos episodios de sus malones, la crueldad de sus reacciones en la lucha a muerte que sostuvieron con variable fortuna contra las poblaciones cristianas. Yo invito a mi lector a meditar serenamente acerca de ese juicio formulado por una sola de las partes que intervinieron en la contienda tres veces secular. No se trata de sensiblerías, ni de enfermiza tolerancia. Se, pide únicamente, un poquito de justicia distributiva.
En nombre de una superior cultura, los blancos hemos ejercitado el derecho de conquista sobre razas humanas en estado social llamado por nosotros primitivo. De acuerdo. ¿Pero cuales han sido los medios de que nos hemos valido? He aquí el punto a que quiero referirme, siquiera al pasar.
La historia de esa lucha la hemos escrito los blancos, desde nuestro punto de vista, cargándolo la mano al aborigen y enalteciendo nuestras acciones. No queda constancia de la otra referencia, de la del criterio indígena sobre el mismo asunto. Pero bien puede formularla la razón serena del estudioso, oyendo a los viejos araucanos relatar, trémulo el labio, la odisea de las tribus en el desbande definitivo, los horribles sufrimientos de la huida a pie por el desierto, dejando a la vera de las sendas sus mujeres y sus hijos, muertos por la sed, el hambre, el frío y la fatiga. Nadie podía detenerse a auxiliar al agonizante: la persecución del vencedor era tenaz y no daba cuartel. Los ancianos que formaban la escolta de estas caravanas dolientes, rugían de impotencia ante la desgracia irreparable, perdida ya toda esperanza en el poder de los lanceros de la tribu, sus hijos y sus nietos, muertos unos en el entrevero de la sorpresa, dispersos otros en la inmensidad de la pampa, cerrada a los cuatro rumbos por el círculo de hierro de nuestros batallones.
La mayor parte de esos grupos de madres fueron alcanzadas por las partidas de descubierta. Sobre el mismo terreno de la captura se procedía a su distribución: las mujeres de tal edad a tal pueblo; éstas a tal otro; los chicos varones a tal ciudad; las mujercitas a aquella otra. Y las madres indias, madres al fin, veían partir a sus hijos a destinos ignorados, y luego morían de tristeza en los campamentos, destrozada el alma, maldiciendo al “huinca” que desparramaba a los cuatro vientos a los seres queridos –lo único que les quedaba después de la destrucción total de sus familias, -como los huracanes arrebataban la arena de los médanos natales.
Se acusa de crueles y sanguinarios a los indios ¿lo fueron menos con ellos los cristianos?.

Es, a no dudar, este pensamiento de Félix San Martín, un reconocimiento de una cruel e histórica injusticia para con el pueblo originario del Neuquén y lo hace conocer cuando aún no existía la corriente de opinión que con los años trató de entender esa gran tragedia, que de otra manera no se puede calificar, que hizo desaparecer casi en su totalidad una cultura que tenía como principal motivo el desarrollo de hombre en una superior conjunción con la naturaleza.

Y es en ese entendimiento en el que puede comprenderse el artículo escrito en 1937 y que en este trabajo se comenta.

Sigue diciendo San Martín en su artículo Los Chasques del Desierto, publicado el 1º de enero de ese año:

“La naturaleza del medio Geográfico en que viven los pueblos primitivos imprime a sus hábitos y costumbres caracteres que son su reflejo. Las tribus araucanas, dispersas en el amplio sector comprendido de Norte a Sur entre los ríos Barrancas y Limay, y de Esta a Oeste entre el macizo de los Andes y la vastedad de la Pampa, debieron ajustar sus métodos de vida a las imposiciones de su inmensa heredad. Pensar que su existencia se desenvolvía como la de una de las tantas especies de la fauna regional, como la incomprensión de algunos autores supone, es caer en el mismo error en que incurrieron los conquistadores ignaros y brutales. Su ética acusa un agudísimo espíritu de observación, sin el cual fatalmente hubieren perecido, o descendido a un nivel bestial. Escrutaban los misterios de la naturaleza con su provecho de salvadoras enseñanzas; y lo que para muchos de nosotros o serían sino supersticiones ridículas, tal vez encierran penetraciones profundas en el arcano del cosmos.

Don Félix San Martín se ubica en el tiempo y en las circunstancias de este incomprendido pueblo originario cuando afirma:

“Sin que eso importe una irreverencia, nos atreveríamos a afirmar que el hombre urbano de nuestros días, perdido el contacto con la naturaleza, esta incapacitado, no solo para comprender, sino hasta para acercarse a ciertos fenómenos que rigen la vida, entendiéndose esta en su más lato concepto. Hay cosas realmente sorprendentes en los conocimientos de los indígenas en ese sentido. Alguna otra vez nos referiremos a ellas, pues hoy debemos limitarnos al tema objeto de esta colaboración pedida por el gran diario en que aprendimos a leer. Uno de los problemas más serios de la vida de las tribus regionales debió ser el de la mutua comunicación. Si bien parece ser que vivieron en un cuasi perpetuo estado de guerra, motivado por ambiciones de predominio de los caciques, por la disputa de los campos de caza, cusas tan humanas como idénticas a las que en todos los tiempos determinaron los conflictos armados entre los pueblos hubo períodos mas o menos largos de paz. Y era entonces cuando volaban a través de las distancias los mensajes de congratulación por sucesos prósperos, o por adversidades espiritualmente compartidas, llevadas de viva voz, ya que se carecía de escritura, por los chasques, figuras de singular significación en la vida azarosa del desierto, cuyo relieve se agrandaba en los casos frecuentes en que por su intermedio se pedía, dentro de un término perentorio, una alianza para hacer la guerra o para afrontar a la que se era provocado.

Particularizando sobre el chasque y su ubicación en la organización de la tribu el autor
agrega:

“Este interesante personaje de la vida del desierto debía reunir condiciones especiales que le permitieran el feliz desempeño de su difícil profesión. Su campo de operaciones era la solitaria inmensidad de montañas y llanuras, en las que a los peligros del acecho del enemigo se unían los riesgos de un clima bravío y los no menos ciertos del vado de ríos caudalosos y arrolladores torrentes. Esto exigía físico robusto hecho a la fatiga y la intemperie, capaz de soportar hambre y sed, fuerte voluntad para vencer las mil contingencias propias de largos viajes a campo traviesa, sagacidad para sortear lo imprevisto, memoria extraordinaria para trasmitir fielmente el mensaje del cual muchas veces dependía la existencia de su parcialidad, cuando no el éxito o el fracaso de la gestión que motivaba su viaje, perfecto conocimiento de toda las rutas, aun de las más ocultas en la fragosidad de las montañas y en la temidas “travesías”, seguridad para rumbear en la noche llevando de guía las estrellas, ojo experto de rastreador para individualizar los rastros que encontrara en la huella. Debía resumir en fin, la ciencia del desierto, en la que desde el grito de las aves hurañas hasta la nube que vuela en las alturas, tiene su lenguaje, y saber jugarse la vida sin un temblor en las carnes ni en el ánimo.
Se explica, entonces, el esmero que se ponía en la elección y formación de tal sujeto, que en el orden de la vida de las tribus asumía un papel importantísimo, y a quien se rodeaba del respeto de todos y de la estima de los jefes. Todo esto nos lo explicaba un araucano octogenario con visible satisfacción ante el interés que mostrábamos escuchándole.

Como en todo orden de la vida de la humanidad la educación que se ha concentrado en la transmisión de conocimientos y valores han desarrollado a los pueblos. Desde el “Homo Sapiens” hasta nuestros días esa premisa es de una importancia capital y los pueblos originarios no fueron diferentes y los métodos empleados en este caso tienen un valor agregado que significa el respeto por la experiencia aquí representada en aprovechar la de los mayores. Y San Martín destaca esta experiencia de vida cuando afirma:

“De entre los niños de la tribu se elegían los más despiertos, no importaba su número, y un anciano comenzaba a aleccionarlos. Comenzaba primero a enseñarles a hablar con dicción clara y enfática, haciéndoles repetir frases al caso. Durante la lección os alumnos debían permanecer de pie, bien plantados y erguida la cabeza. Luego se les mandaba a un toldo vecino con un recado cualquiera, el que debían transmitir en la rígida actitud ritual. Repetido este paso tantas veces como fuera necesario, hasta obtener un desempeño correcto del educado, se alargaban las distancias de la prueba y la extensión de los recitados. De ahí se pasaba a recorridas a caballo, que a su vez iban alargándose paulatinamente, y en los que la rapidez de la marcha entraba a tener tanta importancia como la fidelidad en la transmisión del recado. Este debía vocearse a la puerta del “toldo” indicado sin que el pequeño jinete se desmontara, y escuchada la respuesta volvía al punto de partida, donde se repetía la misma escena.
Tal aprendizaje duraba años, hasta que llegados los muchachos a la pubertad, se les sometía a pruebas severas, lanzándoles a puntos lejanos a través del desierto, palenque futuro de sus correrías tras la caza y de los lances inciertos del “malón”.
Probada la aptitud profesional, el “mocetón” quedaba de hecho incorporado de hecho al grupo de chasques de la tribu, en la que no era extraño que la mitad de sus lanceros lo fueran.
Es presumible que las tribus, antes de tomar posesión del caballo, formaron sus chasques peatones por los mismos procedimientos que acabamos de reseñar. Múltiples versiones de los cronistas de América refieren casos asombrosos de la rapidez con que corrían los aborígenes. Los querandíes alcanzaban por pie al venado y al ñandú; los chasques del Inca cubrían distancias enormes en tiempos increíbles; los araucanos llevaron desde el Mapocho al Cautín, con pasmosa rapidez la noticia de la aparición del hombre blanco en sus fronteras. Y así como fueron grandes corredores pedestres, luego que montaron a caballo se convirtieron en jinetes infatigables, señoreando el desierto por espacio de tres siglos merced a la adopción del nuevo elemento que el destino puso en sus manos. Desde entonces se agrandó su poderío, porque virtualmente no hubo para ellos distancias, cruzando el continente de mar a mar en el galope fantástico de sus “malones” pues así como ellos fortificaban su físico con el ejercicio y la intemperie, adiestraron sus caballos y les dieron un fondo que hoy nos parece de leyenda. Sus chasques han tranqueado el desierto en todos los rumbos, ora llevando los pedidos de alianza para la “invasión” inminente, ya el aviso de la “entrada” del cristiano en sus dominios, o bien el llamado a parlamento para dirimir cuestiones de su política interna. Viajes fabulosos por las distancias cubiertas y los tiempos empleados documenta la capacidad de hombre y bestia para actuar en aquel medio rudo, como que al fin ambos eran sus criaturas.

Finalmente D. Félix San Martín describe casi en forma poética la labor de este particular integrante del pueblo originario que sabía aprovecharse de la naturaleza para cumplir sus fines y los de su pueblo sin dejar nunca de respetarla y conocerla:

“Bien podemos evocar la figura legendaria del chasque del desierto sobre el mismo terreno de sus proezas. Parécenos verle trotar por el sendero que faldea la montaña cubierta por un ligero manto de nieve en una madrugada otoñal. Jinete de su fuerte pingo serrano, ceñida la frente por la vincha roja que sujeta su melena, estropeada la casaca de cuero, deshilachado el chiripá por las espinas del bosque, calzadas sobre las botas de potro las nazarenas, la lanza terciada sobre el arcón, boleadoras a la cintura, la mirada inquieta escrutando hacia todos los rumbos, bien está en el paraje montañés de severa belleza. Diríase un halcón cetrino llevando a la lejanía quien sabe que mensaje……..