Felix San Martín

viernes, 26 de febrero de 2010

Los chasques del Desierto


En su carácter de corresponsal del Diario La Nación D. Félix San Martín realizó grandes esfuerzos para dar a conocer la idiosincrasia de las olvidadas tierras del Territorio Nacional del Neuquén y fundamentalmente del vencido pueblo originario, los pehuenches.
Fue un crítico de la llamada “Conquista del Desierto” lo que refleja en el libro “Neuquén”y su relación con caciques e integrantes de las tribus reducidas le dio una visión directa de la cultura de ese pueblo vencido por el Remington y la codicia.
En un artículo que se publicó en el Suplemento Cultura del 1º de enero de 1937 que se tituló “Los Chasques del desierto”, Don Félix describe como se educaban esos personajes integrantes de la tribu que tendrían una importancia capital en su organización.
Particularizando sobre el chasque y su ubicación en la organización de la tribu dice:

Este interesante personaje de la vida del desierto debía reunir condiciones especiales que le permitieran el feliz desempeño de su difícil profesión. Su campo de operaciones era la solitaria inmensidad de montañas y llanuras, en las que a los peligros del acecho del enemigo se unían los riesgos de un clima bravío y los no menos ciertos del vado de ríos caudalosos y arrolladores torrentes. Esto exigía físico robusto hecho a la fatiga y la intemperie, capaz de soportar hambre y sed, fuerte voluntad para vencer las mil contingencias propias de largos viajes a campo traviesa, sagacidad para sortear lo imprevisto, memoria extraordinaria para trasmitir fielmente el mensaje del cual muchas veces dependía la existencia de su parcialidad, cuando no el éxito o el fracaso de la gestión que motivaba su viaje, perfecto conocimiento de toda las rutas, aun de las más ocultas en la fragosidad de las montañas y en la temidas “travesías”, seguridad para rumbear en la noche llevando de guía las estrellas, ojo experto de rastreador para individualizar los rastros que encontrara en la huella. Debía resumir en fin, la ciencia del desierto, en la que desde el grito de las aves hurañas hasta la nube que vuela en las alturas, tiene su lenguaje, y saber jugarse la vida sin un temblor en las carnes ni en el ánimo.
Es sumamente interesante la educación que recibían los chasques y así lo expresa San Martín:
De entre los niños de la tribu se elegían los más despiertos, no importaba su número, y un anciano comenzaba a aleccionarlos. Comenzaba primero a enseñarles a hablar con dicción clara y enfática, haciéndoles repetir frases al caso. Durante la lección os alumnos debían permanecer de pie, bien plantados y erguida la cabeza. Luego se les mandaba a un toldo vecino con un recado cualquiera, el que debían transmitir en la rígida actitud ritual. Repetido este paso tantas veces como fuera necesario, hasta obtener un desempeño correcto del educado, se alargaban las distancias de la prueba y la extensión de los recitados. De ahí se pasaba a recorridas a caballo, que a su vez iban alargándose paulatinamente, y en los que la rapidez de la marcha entraba a tener tanta importancia como la fidelidad en la transmisión del recado. Este debía vocearse a la puerta del “toldo” indicado sin que el pequeño jinete se desmontara, y escuchada la respuesta volvía al punto de partida, donde se repetía la misma escena.
Tal aprendizaje duraba años, hasta que llegados los muchachos a la pubertad, se les sometía a pruebas severas, lanzándoles a puntos lejanos a través del desierto, palenque futuro de sus correrías tras la caza y de los lances inciertos del “malón”.
Probada la aptitud profesional, el “mocetón” quedaba de hecho incorporado de hecho al grupo de chasques de la tribu, en la que no era extraño que la mitad de sus lanceros lo fueran.
El artículo concluye con una descripción casi poética de este importante personaje de la tribu que despertó sin duda en interés y la admiración de D. Felix San Martín que dice:
“Bien podemos evocar la figura legendaria del chasque del desierto sobre el mismo terreno de sus proezas. Parécenos verle trotar por el sendero que faldea la montaña cubierta por un ligero manto de nieve en una madrugada otoñal. Jinete de su fuerte pingo serrano, ceñida la frente por la vincha roja que sujeta su melena, estropeada la casaca de cuero, deshilachado el chiripá por las espinas del bosque, calzadas sobre las botas de potro las nazarenas, la lanza terciada sobre el arcón, boleadoras a la cintura, la mirada inquieta escrutando hacia todos los rumbos, bien está en el paraje montañés de severa belleza. Diríase un halcón cetrino llevando a la lejanía quien sabe que mensaje……..

lunes, 1 de febrero de 2010

Fèlix San Martín, pionero multifacético

En su obra “Setenta años de Gobiernos Territorianos (1885-1955)”, D. Carlos Agustín Ríos, afirma que D.Félix San Martín arribó a la Cordillera Neuquina en el año 1907. Lo propio hace el Dr Gregorio Alvarez en su obra “Historia, Geografía y Toponimia de Neuquén” en uno de los siete tomos que la componen, cuando se refiere a los pioneros neuquinos.
Este dato histórico de dos de los más grandes historiadores del Neuquén se reafirma con los datos oficiales existentes en la Dirección de Catastro de la Provincia del Neuquén, donde en expedientes oficiales se establece que por Decreto del Superior Gobierno Nacional del 22 de abril de 1908 se le concede en propiedad el lote 84 de la fracción 13 de la Zona Andina del Neuquén con una superficie aproximada de 2.200 ha.
El título provisorio de esa tierra bajo el número 183 fue extendido el 27 de abril de 1908, luego de comprobar mediante inspección de la Dirección Nacional de Tierras y Colonias que el poblador ha efectuado adelantos que justifican el interés por desarrollar actividad en el lugar.
Finalmente y luego de la mensura efectuada por el Agrimensor Edgardo H. Moreno; el 19 de abril de 1915 por Decreto que firma el Presidente de la Nación Dr. Victorino de la Plaza se le otorga el definitivo título de propiedad cuando se “declaran cumplidas por D. Félix San Martín, las obligaciones de población e introducción de capitales impuestas por la ley 417”.
Félix San Martín llegó a estas tierras del paraje Quilachanquil (Departamento Aluminé) cuando contaba con tan solo 31 años. Traía consigo un título de maestro normal obtenido en el tradicional Colegio Normal Mariano Acosta donde ejerció su profesión y la pasión por el periodismo que tuvo principio en el Diario “El Nacional” de Baradero, su tierra natal y donde una serie de artículos sobre la vida campesina en la Provincia de Buenos Aires y la Pampa le permitieron recopilar trabajos y de esa manera publicar su primer libro al que tituló “A través de la Pampa”.
Desde 1911 cumplía tareas como corresponsal del Diario “La Nación”.
El desarrollo de una ímproba tarea de técnica agropecuaria en la Estancia que bautizó como “La Patria” lo llevó en pocos años a contar con un establecimiento modelo donde el mejoramiento de haciendas y novedosas formas de explotación comenzaron a marcar rumbos en la región.
La casa principal de este lugar en el mundo construida piedra a piedra con el espíritu del campesino y el poeta, sirvió para vivir jornadas memorables de cultura en una tierra que por entonces era hosca y bravía. D. Felix reunió en su lar a conocidas figuras de la literatura y la filosofía a la par que comenzaba su vida pública y es así como desde 1915 hasta 1923 ocupa el cargo de Juez de Paz en el Pueblo de Aluminé y desde 1928 hasta 1930 fue presidente de la Comisión de Fomento de ese lugar.
Entre 1930 y 1932 se desempeñó como Secretario de la Gobernación en la gestión de Gobernador del Coronel Ernesto Maestropiedra, y al renunciar este por razones de salud ejerció interinamente el cargo de gobernador del Territorio desde el 26 de febrero de 1932 hasta el 30 de septiembre del mismo año.
Concluido este aporte al Servicio Público D. Félix San Martín volvió a su querido Quilachanquil donde amén de continuar su tarea de hacendado, escritor e historiador dedicó una importante porción de su tiempo en cultivar la amistad con conspicuos representantes de la etnia pehuenche ya marginada y vencida.
Para ello contó también con la inapreciable amistad de D. Juan Benigar también poblador de esa zona y reconocido erudito indigenista.
El 1º de enero de 1937 en el suplemento Cultural del diario La Nación D. Félix publica un artículo que por su contenido se constituye en una singular pieza de historia del pueblo pehuenche.
“Los chasques del desierto” describe con singular prosa la forma de educación que ese pueblo daba a sus jóvenes, donde el respeto a los “maestros ancianos” y a la naturaleza conformaban una enseñanza ejemplar. (Ver aparte).
La obra literaria y de investigación histórica de Félix San Martín es amplia y variada y demuestra que este pionero de la Cordillera Neuquina nunca dejó de preocuparse por dejar un gran mensaje a las generaciones venideras.
Su segundo libro fue “Bajo la Tiranía” donde describe el exilio de su abuelo unitario en tiempos de Rosas.
Corría el año 1919 y el ya neuquino por amor y adopción edita su, quizás, principal obra. Ese año ve la luz, “Neuquén”, libro que trasunta en su contenido un innegable espíritu neuquino. Este libro tiene una segunda edición en el año 1930.
Su producción literaria continúa con “Entre Mate y Mate”; “Desde el Rodeo”; “El lazo de nuestras labores camperas”; “Episodios del sitio de Montevideo”; “La acción del Ejercito en el Territorio del Neuquén; “Como se despidió de Mendoza la Oficialidad del Ejército de los Andes”; “El deber de la honra”; “Los primeros exploradores de la Patagonia”; “En tierras de confín” y “Sinopsis histórica de Huechu Lafquen”.
Su vasta obra fue reconocida por la Academia Nacional de la Historia la que lo designó como Miembro Correspondiente.
Su última producción fue una investigación histórica que volcó en un libro al que tituló “El paso de la Villarrica”.
Este paso cordillerano que hoy se conoce como Mamuil Malal en la zona de Junín de los Andes se utilizó por los pueblos originarios y los conquistadores españoles y su ubicación fue motivo de controversia por largos años.
En este libro D. Félix San Martín trascribe correspondencia que mantuvo con el entonces Teniente Coronel Juan Domingo Perón, a la sazón agregado militar en Chile, quien le aporto valiosos datos logrados por el militar en sus estudios sobre historia y toponimia de la zona.
Este ilustre pionero que merece en toda su amplitud el gentilicio de neuquino paso sus últimos años en su establecimiento de campo “La Atalaya” en proximidades de Junín de los Andes, siempre estudiando e investigando sobre la neuquinidad. Murió en Buenos Aires el 12 de julio de 1944.

Héctor Enrique Castillo
Vicepresidente de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén

Trabajo presentado en el IV Congreso de Historia del Neuquén, celebrado en Junín de Los Andes (Prov. del Neuquén, Argentina) en el mes de agosto del 2008.